En este artículo comparto una reflexión personal y directa sobre la tensión creciente en torno al coche eléctrico.
¿Por qué, a pesar de ser más eficiente, más barato de mantener y más limpio, sigue encontrando tantas resistencias?
Exploro los motivos reales que podrían estar detrás de este fenómeno. Desde los intereses económicos de las petroleras y los fabricantes de recambios, hasta la pérdida de ingresos fiscales por parte del Estado.
También repaso cómo se alimenta una narrativa mediática de miedo justo cuando aparecen ayudas públicas, y analizo el contraste entre lo que se dice y lo que realmente muestran los datos oficiales.
Además, pongo cifras concretas sobre la mesa: millones de litros de combustible transportados cada año, miles de millones en impuestos, y más de un millón de viajes en camión cisterna que dependen del modelo actual.
Esta no es una crítica a la tecnología, sino una mirada crítica a lo que frena su adopción masiva.